Alguna vez me preguntaron ¿cómo le haces para trabajar temas de violencia de género y qué no te afecten?
Recuerdo que en aquella ocasión mi respuesta fue: “claro que me afectan, y no me gustaría hablar de esos temas, pero alguien lo debe hacer. No podemos seguir haciéndonos de la vista gorda ante tantas injusticias, alguien tienen que hacer de tripas corazón y hablar de ello”. Desde hace más de una década me dedico a acompañar a mujeres en situaciones de violencia. Irónicamente como estudiosa de esta problemática pensaba (ilusamente) que a mí no me pasaría lo mismo que a muchas mujeres y que a la primera señal de violencia de parte de mi pareja pondría fin, sin embargo cuando viví esa situación fue tan complicado hacerme consciente, escucharme, hablar y actuar.
Me sentía “empoderada” por conocer sobre el tema, haberlo leído y entendido teóricamente. Era tan irónico para mí, saber que hacer y no dar el paso para hacerlo. Saber qué puerta tocar y frenarme en el último momento... Sigo convencida de que aunque parezca que se está trabajando “mucho” ante las situaciones de violencia hacia las mujeres, aún nos falta mucho por hacer. El camino es largo, las fuerzas se acaban, la violencia se vive, hay días en que se transpira... pero mientras haya mujeres que sigamos convencidas de que se pueden crear otros mundos, la esperanza nos guiará.
El presente texto está dedicado a Alejandra. Ale fue víctima de feminicidio, murió en su casa. El marido está prófugo. Ale recibió acompañamiento, la rescataron, se hicieron las denuncias necesarias, se tejió la red de apoyo, pero llamó a su marido porque lo extrañaba...
- Monick Mendoza