El cine mexicano presume tener en su acervo las películas de terror más terroríficamente ingenuas, insulsas y ridículamente tramadas de la historia del cine de monstruos, posesos, fantasmas y seres sobrenaturales que, a fuerza de sobreproducirlos, han alcanzado tintes de similitud con muchos personajes de la farándula en nuestro país; es aquí cuando googleas: Lyn May luce sus curvas a los 69 años en ajustado vestido o, para más placer, Fabiruchis con collarín.
El cine de culto o las películas consideradas de culto son aquellas auténticas obras de arte dada la controversia de su temática, excentricidad, exageración y lo estrafalario de su narrativa, y es que cómo no pensar en un puñado de estas cuando evocamos a aquellas momias vivientes que pelean contra un luchador enmascarado (El Santo vs Las Momias de Guanajuato), o la aventura de dos primos scouts que descubren y ponen fin a los siniestros planes de una secta de maleantes que han creado vampiros, frankensteins y al monstruo de la laguna negra para protegerlos en su temible propósito (Chabelo y Pepito contra los monstruos).
Cierto es que estas producciones cinematográficas no necesariamente gozaron del presupuesto suficiente para emular The Exorcist (1973) que, dicho sea de paso, está considerada como la mejor película de la historia en su género; por lo contrario, se enfrentaron a las más desfavorecidas condiciones y por supuesto locaciones, logrando aun así grandes churros de la pantalla dignos de la famosa frase: “Imagínate vivir enSuiza y perderte de estos peliculones”.
Pero no fue sino hasta 1989 que el cine mexicano tocó el cielo con el estreno de la película más aclamada del género de horror sobrenatural y posesiones de objetos inanimados, misma que, sin temor a equivocarme, haría ver a Anabelle (2014) como la Woody de los Horror-Thriller. Y esque dicho filme debió dejar secuelas irreversibles en la niñez y la juventud mexicana de la época; nunca más, y después de su estreno aquel glorioso 12 de junio de 1989, las muñecas de los cuartos de las niñas fueron vistas de la misma manera.
Figúrate pues que la familia de tu novia(o) hereda una casa vacacional a las afueras de la Ciudad de México; hasta aquí nada fuera de lo común. Aún más común, imagínate que intercambias tu reproductor de música con un campesino a cambio de un amuleto que ha sellado los poderes de una bruja que fue condenada a la hoguera durante la época colonial y cuyas pertenencias fueron cuidadosamente resguardadas y confinadas al olvido en un pozo cercano a esa misma casa vacacional que la familia de tu novia(o) (Paulina) ha heredado y en la que han visto un alto potencial de escape del bullicio de la ciudad. Pero el colmo de lo común, imagínate que ese amuleto siempre acompañó a una muñeca misma que la hermana pequeña de la familia de tu novia(o) (Gaby) encontrará en el mismísimo pozo en una de las escapadas vacacionales de la familia, a la que has sido invitado. Hasta aquí la pregunta: ¿y esque a quién no le ha pasado algo similar?
El spoiler se detiene en este punto no sin advertirte que esa conexión entre la pequeña de la familia, la muñeca y el amuleto que obtuvo en un trueque el cuñadito incómodo (Julio), harán pasar momentos escalofriantes a los integrantes de ese linaje, mismos que añoraban unas vacaciones placenteras en esa casa que se antoja de ensueño.
Guardemos los tomatazos o los halagos solo hasta que tu televisor suspire con el término de tan impar obra cinematográfica, y dejemos los suspiros en cada una de las grandiosas actuaciones de quienes dominaban la escena en aquellos años: Gabriela Hassel (Paulina) y Pedrito Fernández (Julio); sí, Pedrito, el mismito que cautivó al público con su largometraje: ‘La de la mochila azul’, pero esa, esa es otra historia.
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